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martes, 2 de septiembre de 2014

Post-vacacional

Y esa palabra lo resume todo. El volver a empezar, volver a la ciudad, volver a los madrugones. 
No puedo quejarme porque para los pocos días libres que tuve vi bastantes sitios nuevos. Estuve en los Picos de Europa, Potes, Comillas, Santillana del Mar, Santander ciudad e incluso me dio tiempo de hacer una excursión a Bilbao. He remirado un par de hospitales y me he hecho fotos frikis en la facultad de medicina de allí donde iba. Me he divertido, partido de la risa, ido al cine, pisado la playa, casi besado un caracol, corrido por las calles de Santander, visto pingüinos y focas, disfrutado con fuegos artificiales, comido lo más típico y hecho fotos hasta agotar la batería. A lo mejor no eran las vacaciones que había esperado pero sí las que necesitaba. Quién sino la familia sabe darte siempre lo que necesitas. Me ha gustado comprobar cómo características de mi personalidad son rasgos compartidos entre mis familiares. Ahora toca sentarse a la mesa de nuevo (no la mesa de comer), sacar los manuales y abrirlos. Poco a poco. 

Aquí van las fotos prometidas... 

Playa de Liencres, Cantabria

Picos de Europa, Cantabria

Potes, Cantabria

Palacio de la Magdalena y alrededores, Santander

Estatua de Gaudí, El capricho de Gaudí, Comillas, Cantabria



El capricho de Gaudí, Comillas, Cantabria

Museo de la Tortura, Santillana del Mar

Con mi prima y blogger Y.

Playa de Liencres, Cantabria

Hospital Basurto, Bilbao

Museo Guggenheim, Bilbao

De pintxos, Bilbao

Zubizuri, Bilbao


De compras en el centro de Bilbao


lunes, 18 de agosto de 2014

Madrid Meeting

En estos meses he comprobado mi teoría de que conocer gente en Madrid es complicado. Hasta ahora no he hecho grandes amigos (y llevo casi dos meses). 
Las personas nuevas que conozco son mis compañeros MIRes de la academia, el reponedor del Carrefour Market (al que siempre le tengo que preguntar dónde están las cosas que busco: chacho, ¿dónde está el queso en loncha?, ¿el tomate en salsa?, ¿has visto la sacarina?) y mi vecino de arriba.

De la academia conozco gente muy variada de variados sitios del mundo como Asturias, Costa Rica o Brasil. Se han formado pequeños grupitos de amigos, por conocidos comunes o simplemente cuestión de gustos, a los que he decidido no agregarme. Esto sonará muy antisocial pero: no tengo tiempo para grupos de amigos ni quedar cada dos días para tomar cañas ni tapas. Básicamente he acabado relacionándome con las personas que se sientan cerca de mí en clase (siempre usamos los mismos sitios, casi). Nos reímos juntos, comentamos cosillas y luego cada uno para su casa o donde quiera que estudie. Esta es la vida del estudiante MIR de AMIR (porque en otras academias nos han comentado que... bueno, todo es muy diferente). Supongo que los que están estudiando el MIR a distancia podrían pensar que los del curso presencial hacemos más vida social. Qué chiste... cuéntame otro.   

El reponedor del Carrefour no da mucho de sí mismo (literariamente hablando). La primera vez que le pregunté por la sacarina me dijo: "Mm, sí.. espera.. creo que está aquí, ah no.. aquí detrás... ¿tampoco? pero si de hecho la coloqué yo ayer.. espera que la busco". Bravo. Si él se pierde ya no me siento tan desorientada yo. Lo veo casi todas las semanas porque siempre está pululando por los pasillos donde se detiene el tiempo para mí. Soy MUY indecisa así que elegir entre pan de molde integral o sin corteza me supone una dura cuestión; cuando hay que elegir galletas, ni te cuento. Le doy muchas vueltas. Con el café y el chocolate no suelo tener dudas. Soy de gustos pijos fijos.  

En cuanto a mi vecino, no podría haber tenido más suerte. Vive con su madre en el piso justo encima del nuestro. Ella chilla un poco cuando habla por teléfono pero él es un encanto: casi nunca está en casa y cuando está, ni se le oye. Con vecinos así da gusto estudiar. Trabaja fuera de casa la mayor parte del día. Es más o menos de mi edad, está de buen ver y parece simpático, ha hablado con él un par de veces que nos hemos encontrado en la escalera. Tiene novia pero curiosamente también tiene demasiadas camisas rosa y azul pastel, no digo más. También es cierto que hay veces en que me gustaría subir y darle un palo en la cabeza: por ejemplo, los viernes por la noche, cuando le da por poner la música a tope. La música es buena, me gusta su estilo pero la verdad es que a la 1 de la mañana, me raya un poco. Yo lo entiendo, es joven y quiere divertirse; pero chico solidarízate con el resto de mortales y vete de bares como los demás. Igual sería interesante comentarle que los MIRes también nos levantamos a las 7,30 am los sábados. Ay señooooorrr...   

sábado, 16 de agosto de 2014

Mercado de Motores

Hace un par de semanas mi amiga y compi de piso, B.V., me llevó al "Mercado de Motores". 

Se trata de un icónico mercadillo vintage y de segunda mano en el que no sólo puedes acercarte a mirar, probarte y comprar sino también a tomar algo dulce o fresquito entre puesto y puesto. Si vienes a media tarde te recomiendo que no dejes pasar la oportunidad de tomarte un mojito, ¡tenían una pinta buenísima

Lo interesante de este mercadillo es el emplazamiento. Se celebra el 2º fin de semana de cada mes en el Paseo de las Delicias 61; para nosotros: el Museo del Ferrocarril de Madrid. Allí, entre tantos trenes antigüos parece que todo tiene más sentido: desde los sombreros pasados de moda hasta las joyas de artesanía. Como mínimo, te deja de regalo más de una estampa fotográfica chulísima. Tanto B.V. como yo pasamos una tarde bastante agradable y nos volvimos con más de un objetivo en mente para la próxima vez así que... ¡Nos vemos allí!

jueves, 14 de agosto de 2014

Mientras tanto

En el otro piso bien. Nuestro piso temporal estaba en el nº 90 de la c/Mientras-tanto

El lunes pasado aparecieron los obreros y la casera a las 8,30 am, momento en el que terminábamos de recoger y emprendimos la marcha. Nos iban a reformar los 2 cuartos de baño en 5 días, según las previsiones. Mis compañeras de piso B.V. y A. se vinieron conmigo, somos un pack. La agencia misma fue la que nos buscó nueva accommodation, unas cuantas calles más abajo, en nuestro barrio. 

Nuestra casera M. se ofreció a llevarnos en su coche así que pasamos por la oficina a firmar papeles y a recoger las llaves. Luego fuimos al piso. Llegamos sobre las 10,45 am. Nos pasó una de las cosas más graciosas que te pueden pasar al entrar a un piso... ¿no lo adivinas? Pues resultó que entramos por la puerta, casi empujadas por nuestros bolsos, y lo primero que vimos fue a un chico en la cama de la habitación que está junto a la puerta. (¿Hola? ¿no se supone que era un piso para chicas?). Lo más chocante no era eso, sino el hecho de que el chico iba muy escaso de ropa, yo lo vi bastante cómodo como para no vivir ahí. (Oh my God!) Cuando cada una se instaló en su habitación, me dije "¿son manías mías o vi a un tío en la cama?". Era una tontería preguntármelo cuando podía ir directamente a comprobarlo. 


Era real. El tío estaba en la cama como una marmota (a las 11 am, lunes). Me presenté, le dije que éramos las nuevas inquilinas y que veníamos para una semana. Él se revolvió un poco en la cama y, sin incorporarse, me saludó y me dijo que él vivía allí... bueno, había ido "a pasar el fin de semana". Por el olor a colonia de hombre que había por todo el piso no lo juraría, parecía que llevaba un mes vaporizando Axe por todos lados. Su novia, M., la actual inquilina de esa habitación estaba fuera. La conocimos más tarde cuando llegó: resultó que era polaca y sólo hablaba inglés. Parecía una chica normalita. Por la tarde finalmente despidió a su novio y abrimos las ventanas para que la mezcla de olor a recién pintado y Axe no nos asfixiara. 

Después de comer nos dimos cuenta de que la orientación del nuevo piso era distinta al otro. Nos estaba dando el sol de la tarde en pleno. Hacía MUCHO calor. El aire acondicionado que había instalado en el pasillo no tenía ningún efecto. Entre eso y el madrugón decidimos tumbarnos un rato a descansar.

Media hora más tarde me encontraba metida en la cama hecha un ovillo. Si tocaron a la puerta no lo oí; el caso es que en algún momento la chica de la agencia apareció en la puerta de mi cuarto y me desperté de golpe. Sí y yo allí en pijama, metida en la cama con los pelos... ay, en fin, está claro que en el piso ese era habitual encontrar a la gente en la cama. Venía a comprobar que la habitación estuviera en buenas condiciones para poder devolverle la fianza a la anterior inquilina. "¿Te falta algo?" Sí, un café tía... "Mm, eh.. sí, creo que faltan las toallas." Y con las mismas se dio la vuelta y se marchó. No me gustaba ese piso ni las cosas raras que me ocurrían en él. 

Esa misma noche decidimos poner solución a lo del calor y nos acercamos a nuestro piso a por los ventiladores, bien los íbamos a necesitar. M. nos dijo que la anterior inquilina de mi habitación tenía el aire acondicionado encendido día y noche. No quiero pensar en cómo serían las cifras de las facturas.

****
Los días pasaron rápido a medida que dejábamos el manual de Ginecología, el de Inmunología y empezábamos con el de Pediatría. Cosas raras siguieron ocurriendo. 

Un día me levanté pensando que tenía que comprar un estropajo para el piso, porque el que teníamos no me gusta. Mientras me planteaba estas cuestiones vitales a las 8 am, me asomé a la ventana de la cocina que daba a un patio interior. Al mirar hacia abajo vi un estropajo exactamente como lo había imaginado tirado en el suelo. Esa mañana bajé con la excusa de la bolsa de la basura a rescatar mi nuevo estropajo. ¡Tómalo! También me dio la oportunidad de conocer al portero: un chico más o menos de mi edad, con el pelo rubio y los ojos claros que se pasaba el día leyendo a través de unas gafas de Harry Potter un libro lleno de números y fórmulas. Era un poco rarito. 

El piso nuevo tenía sus ventajas: era mucho más nuevo, estaba reformado y totalmente equipado y estaba recién pintado. Por la pinta ya te digo que costaba mucho más que el nuestro, que es mucho más modesto. Pero tenía sus inconvenientes: había mal olor en la cocina y, por consiguiente, en mi cuarto que estaba justo al lado. Esto ocurría por dos razones importantes: el lavavajillas y las bolsas de basura. 

Las chicas no lavaban las tazas y platos después de usarlos sino que los metían en el lavavajillas y ahí se podían quedar días (¿semanas?¿quién sabe?). Llegaba un momento en que no había ni vasos, ni tazas así que tenía que remangarme y haciendo de tripas corazón, ir a rescatar alguna del lavavajillas. Asqueroso. En cuanto al otro asunto, al parecer hay edificios en los que la gente deja las bolsas de basura por fuera de la puerta principal de la vivienda y el portero pasa a recogerlas (no sé con qué frecuencia). Yo estoy acostumbrada a tirar la basura según se llena la bolsa, aunque sea a diario. No soportaba la idea de ir acumulando basura. También muy asqueroso. 

No te creas que las noches eran mucho más normales: despertábamos bañadas en sudor y según me levantaba me iba a la ducha directísima. Las almohadas eran de risa.. eso y dormir en plancha, eran lo mismo. Cuando encontraba la forma de tener el ventilador casi en mi cara y una posición cómoda, abría el bar de abajo (que por fuera tiene un cartel de "Cubatas 3,50") y la gente se ponía de tertulia hasta las tantas. A veces me daban ganas de tirar un cubo de agua para abajo como en las películas, aunque al final lo que hacía era darme la vuelta. Los últimos días de estancia allí ya le había pillado más o menos el truco a todo. Estaba un poco más cómoda y por las noches me ponía una peli en el ordenador y me iba a la cama felizmente. Aún así, echaba de menos mi piso, mi cuarto, mi mundo. 

****
Finalmente llegó el domingo, día de la mudanza. ¡De vuelta a casa! Mis compis hicieron su mudanza cuando pudieron así que el domingo a mediodía sólo quedaba yo en el piso. Habíamos salido la noche antes y había dormido hasta tarde. Era domingo, joer (¡cáspita!)... El caso es que desayuné rápido y mal porque estaba recogiendo todo. Cuando lo tuve me di cuenta de que tendría que dar dos viajes. Lo que hice fue dejarme lo más pesado para el segundo viaje, cogería un taxi entonces. Me encaminé hacia Islas Filipinas con mis cosas a cuestas (a cuestas porque hay que subir una pechadita). El primer viaje fue cansado pero al llegar al piso se me quitó todito. Vi el baño nuevo y eso me dio fuerzas para volver a por lo que me quedaba. ¡Ya me quedaba menos! La segunda vez tenía que pasar por la oficina de la agencia a dejar las llaves y allí pensaba coger el taxi. Para mi diversión, llegado el momento me di cuenta de que la cartera con el dinero, tarjetas y todo, lo había subido en el primer viaje así que a no ser que hiciera auto-stop, tendría que ir a pata. El viaje me costó un triunfo, pensaba que me iba a desmayar. Eran las 2pm y en la calle hacía mucho calor, había desayunado poco y encima cargaba a mis espaldas unos cuantos Kgs. ... Casi me caigo redonda un par de veces. Casi se me salen dos costillas. Casi... Pf, para cuando quería llorar ya había llegado a mi piso. Mi maravilloso y fabuloso piso de Islas Filipinas. Así que solté las cosas y me dejé caer en mi sillón. Una parte de mí quería decir "adiós Mundo" pero otra parte de mí quería ponerse a recoger y limpiar.
¡¡Teníamos baño nuevo!! 
Ganó mi lado neurótico y me puse a limpiar todo lo que pude, a recoger mis cosas y para cuando se hizo de noche ya estaba de nuevo instalada y todas mis cosas estaban otra vez en su sitio. Después, estuve hablando con mi familia por teléfono y contándoles la odisea de la mudanza. Finalmente, salté a la ducha. OH, sí. Me va a costar marcharme de este sitio...


lunes, 4 de agosto de 2014

Entrada al Ministerio de Magia

Sí, tengo una entrada al Ministerio de Magia en mi piso. En Madrid son muy tradicionales. 

Me ha dado pena no sacarle una foto porque en esta semana van a reformar los dos cuartos de baño. Y dirás, ¿cómo van a hacer para vivir en un piso sin baño? Pues no lo vamos a hacer. Haremos una mini-mudanza temporal a otro piso. La agencia nos ha ofrecido uno para las tres (mi compi B.V. y nuestra colega americana A. [por cierto no te he hablado de ella, un día te cuento]) y en nuestra zona, Islas Filipinas, que ya es decir. Sólo será hasta el fin de semana. Los obreros llegaron hoy a las 8,30 de la mañana y empezaron a trabajar de inmediato. Les deseo buena suerte tirando tabiques y cambiando la bañera, jajaja, hay mucho que hacer. Por nuestra parte empaquetamos un poco de todo: de ropa, de comida y de apuntes y emprendimos la marcha con ayuda de nuestra casera M., que es maravillosa. Pronto les contaré cómo fue todo en el nuevo piso, nuestra sorpresa a la llegada y más... 


¡Adiós baños viejos!     

lunes, 28 de julio de 2014

Madrid, paso tras paso

Museo del Traje, Madrid


La mejor manera para descubrir una ciudad es caminando. A mí me encanta. Cuando quiero avanzar un buen trecho viajo en metro y el resto, lo veo en movimiento, con las manos en los bolsillos y todos mis sentidos puestos en marcha. Sobre todo el de la orientación. Me gustan especialmente el verde de los árboles y el azul del mar aunque muchas veces aquí es la dura piedra la que agarra mis pasos. El asfalto no me da miedo; ni cruzar a destiempo. Una vez he trazado mi ruta no miro mucho los mapas. Prefiero ir de aventurera y, si me pierdo, no hacerme la nueva sino fingir que quería llegar exactamente a ese lugar desconocido. De esta manera creo que andando puedo alcanzar cualquier lugar. Ningún sitio es demasiado lejos; ninguna meta, imposible.  

viernes, 25 de julio de 2014

Mi gozo en una cafetera


Un imprescindible en mi maleta de ida a Madrid fue este. Cuando tengo previsto irme de viaje y pasar más de dos semanas fuera de casa me llevo conmigo mi cafetera amarilla. No soy fan del café de máquina. Ni soluble. Ni frío. Ni aguado. Menos aún de esos que últimamente se han puesto tanto de moda y se han globalizado hasta el punto de que es casi imposible salir a dar una vuelta y no volver con un café en las manos. Eso sí, súper-largo (de agua) y extra-corto (de café).

No hay nada como el olor a café recién hecho por las mañanas; (y no lo cambiaría por el de máquina aunque sí que me gusta darme un capricho con alguna cápsula especial de Nespresso de vez en cuando). Creo que esto puede ser más por sus propiedad olfativas que por el propio sabor del café. Me trae recuerdos de cuando era pequeña y me despertaba al escuchar a mi madre prepararando el café en la cocina y hablando con mi padre. Esta cafetera amarilla es la prueba de que se puede viajar y sentirse como en casa. Ahora cada vez que la cojo pienso en los lugares a donde me la he llevado y las historias que te podría contar sobre ella.

lunes, 21 de julio de 2014

From London to Madrid

Madrid no se parece en nada a Londres. Ya lo sospechaba pero este finde de pateo por sus calles he terminado de convencerme. Claro que nadie me había comparado estas dos ciudades; lo que ocurre es que Londres es mi único precedente de capital Europea. Y esto es precisamente lo único que tienen en común porque de resto, se parecen los mismo que una castaña se parece a un huevo. Nada.

Para empezar, los edificios son muy diferentes. Los madrileños son lo que se dice castizos, de tejaditos, balcones con persianas antiguas o llenos de flores. Al pasar cerca de algún patio interior o viviendo en él, como es mi caso, se entiende el origen del radio-patio (se oye TODO) y la gente, aún sabiéndolo no baja el volumen, ¿para qué? Si todos nos vamos a enterar igual de que mañana se espera ola de calor y la factura del gas ha subido estrepitosamente.

Ayer mientras caminaba por la calle, un señor se asomó a su balcón y se puso a cantar 'Amore mio' a mí y al barrendero que estaba por allí. Sin duda esto no pasaría en Londres ni después de salir del pub más animado del Covent Garden.

La gente va muy bien vestida, eso sí. Me refiero al nivel: hombres con chaqueta y corbata caminando con 35ºC por la sombra. Olé ellos. En Londres ayudaba que la temperatura no pasara de los 20ºC ni en Agosto y lloviera con bastante frecuencia. Mi duda es, ¿qué medio de transporte es el preferido? Porque en Londres está claro que, ya sea en traje o con chupa de cuero, todos se mueven indudablemente en Underground. Aquí me da la sensación de que la gente prefiere la guagua (el bus), aunque sea por el hecho de ir viendo el paisaje, antes que meterse en los farragosos túneles del metro.


C/Vallehermoso, Madrid

lunes, 7 de julio de 2014

Mis domingos perfectos

Me gusta disfrutar de los placeres más sencillos. Ayer fue mi primer domingo libre de estudio. Tomé el metro hasta Embajadores y estuve andando por las calles llenas de puestos de toda clase de cosas. En un antiguo edificio había un mercadillo de artesanía. Era un gran paseo aunque sin darme cuenta enfilaba hacia el parque. El Retiro es un sitio delicioso y caminar descalza por el césped escuchando la música proveniente de un cercano guitarrista anónimo, una experiencia mágica.

domingo, 22 de junio de 2014

sábado, 21 de junio de 2014

En la boca de la cueva

Hoy he vivido una aventura.

Vivo en un pueblo de costa. No estoy muy lejos de la ciudad, lo suficiente para que el paisaje pueda mantener sus misterios. Son bloques de casas y casonas que dan al mar. Las vistas son espectaculares todo el año. El sonido del mar entra con la brisa por las ventanas de las casas. Las que están más cerca de la orilla deben guardarse del salitre y la fuerza de las olas. El agua es un elemento poderoso. El progreso ha marcado su presencia en el pueblo. Hay edificaciones hasta donde alcanza el terreno, allá donde el barranco pone sus límites. No hay secretos en un pueblo como el mío. Los vecinos de por aquí son metropolitas disfrazados de turistas perdidos que, con los años, pasan por gentes de costa con sus barcos y sus baños en la playa. Vinieron huyendo de los ruidos de la ciudad. Entre ellos, mis padres. Muchas veces les protesté vivir tan lejos de la civilización pero con el tiempo les habría de dar la razón por el acierto de su elección. Pocos sitios me gustan tanto para vivir como éste. 

Es curioso ver cómo, aunque parezca que los edificios y el gentío, con sus coches y voceríos, han conquistado este territorio, aún hay cabida junto al mar para la propia gente del mar. Más allá de los límites del pueblo, hay quienes llevan otro ritmo de vida. Dejando a un lado las edificaciones modernas y lujosas, encontramos pequeñas aglomeraciones de casitas. Son cuartitos de pescadores, para algunos, casas. Esos pequeños grupos de casitas blancas, en el mismo borde del mar son meros elementos del paisaje costero y a la vez, la esencia del mismo. Nunca me he preguntado qué clase de vida llevan las personas que viven allí. Tampoco me he atrevido a aventurarme por sus callejuelas improvisadas. Hasta hoy. 



Me dio por bajar hasta la playa y caminar hasta salir del terreno transitable. Bajé por un acceso de tierra hasta uno de los pueblitos de los que te hablo. Aún no ha entrado el verano, así que estaba totalmente vacío. Era un auténtico pueblo fantasma. Sólo oía el romper de las olas en la costa bajo mi pequeño camino sin baranda. Con cuidado llegué hasta el mismo nivel del mar. Vi varios accesos con escaleras hasta el agua y numerosos huecos en las rocas donde el agua formaba una piscina natural. De nuevo, nadie. Detrás de mí, las casitas se elevaban uno o dos pisos de alto. Estaban muy juntas, como si alguien las empujara desde los lados y éstas se agolparan desesperadas por asomarse al mar. Las ventanas y puertas estaban mayormente cerradas. Se adivinaba el sonido de una radio lejana, seguramente proveniente de alguna casa habitada. Una pareja de gatos se acurrucaba en una butaca, a la sombra. Vi sillas y mesas desprovistas de ocupantes, por el momento, preparadas para ser utilizadas. Bien les toca esperar, aún no es época de faena en este pueblo. 

Seguí lo que parecía un sendero improvisado entre las casitas. Las escaleras me hacían subir un trecho para volver a bajar a una nueva cala. Más botes, muros adornados con conchas, aletas, herramientas. Ahora sí, al levantar la vista, me encontré con una ermita de la Virgen del Carmen, la de los marineros. Pero no me apetecía todavía subir esa distancia así que me paré en la playa de cayados a recoger conchas. Entonces me di cuenta de que en la pared había un hueco, la entrada a una cueva. 

Parecía no tener mucha profundidad. Las telarañas me decían que hacía tiempo que nadie la pisaba. Parecía sacado de una novela. Y justo pensando en esto apareció en detrás de mí un hombre mayor, marinero. Sus tatuajes le delataban. Me sorprendió; él se sorprendió también. Pero todo susto era infundado. Enseguida se aproximó y me preguntó si me había perdido. Le dije que no, que vivía cerca y que estaba explorando. Él se presentó y a falta de una tarea mejor, se acercó a conocerme y a contarme acerca de ese pequeño y misterioso pueblo de la costa. Me acompañó en mi recorrido. 

Me explicó cómo se había originado, él mismo había ayudado a levantar más de una casa. Como me temía, muy pocas estaban en estos momentos habitadas. Las cuevas como la que había visto antes eran los cimientos del pueblo. Muchos tenían acceso desde el interior de sus casas a ellas. En ese momento me pareció una buena idea vivir ahí. El verano trae una nueva vida al pueblo cada año. Me dijo que no faltaba mucho, que en breve comenzarían a llegar los primeros inquilinos, las calles se llenarían de voces, música y banderitas para las fiestas de la Virgen del Carmen. Aquellas sillas se ocuparían al fin, pensé. Cruzamos por delante de la ermita mientras hablábamos de todo esto. Me dijo que él era muy feliz allí. Él con sus años, sus tatuajes y sus arrugas de sal del mar estaba allí compartiendo conmigo historias y secretos de viejos. Me animó a que tratara de sonreír siempre y ser feliz, porque la vida son los momentos, me dijo. 

Nos despedimos cuando regresamos al mundo real y avistamos la carretera. Desde allí podía verse la totalidad del pueblo. Bueno, desde lo alto sólo sus terrazas. Me fijé en una de ellas particularmente. Había dos hombres sentados en unas hamacas bebiendo algo y hablando tranquilamente. Sí, definitivamente allí la gente vivía de otra manera. Le di las gracias a mi nuevo amigo; me dijo que regresara a visitar el sitio cuando quisiera. Al avanzar unos pasos me volví atrás, él me saludaba con la mano. 

En el camino hacia la carretera vi a mi lado un árbol del que colgaba un letrero en el que ponía el nombre del pueblo, también algunas conchas. Justo bajo su sombra, un grupo de sillas vacías en torno a una mesa esperaban apaciblemente por sus ocupantes. Tendrían que sacudirse las hojas secas que les habían caído. Por algún motivo me dieron ganas de sentarme allí. ¿Por esconderme del mundo en un rincón maravilloso donde nadie ni nada pudiera alcanzarme? Puede ser. 

Me hubiese gustado que estuvieras allí conmigo. 

jueves, 5 de junio de 2014

Punto de partida

Todavía no toca ponerse serios pero creo que, ahora que dispongo de algo más de tiempo libre, podría tratar de ponerme al día. El tutor no se cansa de repetirnos que cuanto más trabajemos ahora, más fácil nos resultarán las cosas después. Bueno, no está mal bajo mi punto de vista. La verdad es que no pensé que pudiera tener tantos manuales "subrayados" (ese concepto es un poco abstracto) por estas fechas. Ha sido un curro llevar las cosas casi al día, con tantos trabajos de rotatorio. 

El recuento ahora mismo es el siguiente:
  • Clases pendientes: 5 de 21.
  • Tutorías pendientes: 3.
  • Simulacros pendientes: 2. 

¿Sabes lo que pasa? Que es Junio, hace calor y sigo cansada. Soy un poco desastre... Me consuela saber que mis compañeros de clase me entenderán. 

Ellos sin duda comparten mi idea sobre lo valioso que es este tiempo de descanso para poder coger luego los estudios con fuerza. Cada vez que veo fotos suyas de viaje por Europa, en playas (de arena amarilla, negra o de rocas) o liados con tareas varias como salir de fiesta tres veces por semana me reafirmo un poco más. Tampoco es cuestión de perder completamente el ritmo y el norte. Siempre es bueno mantenerse parcialmente activo, por eso me he propuesto mirarme alguna de las cosillas que se me quedaron atrasadas de este primera fase de contacto con el MIR. Ocurre igual que cuando era pequeña. Al acabar el curso lo primero que pedía a mi madre eran los cuadernillos de Santillana con ejercicios para hacer los días que no iba a la playa. (Soy masoquista, lo sé). Nada he cambiado. No puedo quejarme, este verano tendré algo más de veinticinco cuadernillos y un libro gordísimo.

¡Feliz Jueves!