miércoles, 9 de julio de 2014

La super-vivencia independiente

Sí, porque más que vivir lo que hago es sobrevivir. 
Me paso el día en el piso estudiando. Todas mis neuronas están comprometidas en aprender algo. Qué simpática yo, quejándome siempre de que la Medicina es demasiado absorbente. Acabo de darme cuenta de que el MIR ya es el next level: la abducción total hacia otra dimensión. El poco tiempo que tengo, después de estudiar, lo dedico a comer o a pensar qué me hago de comer o a ir al super (a por comida). Pero de momento me apaño bien, creo. Ayer casi entro en arousal pensando que la ensaladilla que tenía preparada podía estar mala porque la nevera me la está jugando y no enfría como debería. Me la comí y recé para no tener que salir corriendo para el hospital. Menos mal que el H. San Carlos me queda a la vuelta de la esquina. En lo que llevo de tiempo, casi 10 días, he comido con una lechuga como base. Nunca creí que pudiera preparar tantos platos con lechuga; estoy explotando mi lado creativo. 


La gente de Madrid me ha sorprendido. Pensé que al ser una ciudad tan grande la gente iría por la calle más metida en su mundo y no se fijaría en los que vamos al lado pero ha sido todo lo contrario. He entablado conversaciones por la calle con gente que no conocía porque, de repente, se me han puesto a hablar. Hoy un chico me llamó guapa porque le dejé pasar delante de mí en la caja del súper porque tenía muchas menos cosas que yo. También hay quien me saluda por la calle sin motivo. No son manías mías, ¡la gente aquí es muy maja

lunes, 7 de julio de 2014

Mis domingos perfectos

Me gusta disfrutar de los placeres más sencillos. Ayer fue mi primer domingo libre de estudio. Tomé el metro hasta Embajadores y estuve andando por las calles llenas de puestos de toda clase de cosas. En un antiguo edificio había un mercadillo de artesanía. Era un gran paseo aunque sin darme cuenta enfilaba hacia el parque. El Retiro es un sitio delicioso y caminar descalza por el césped escuchando la música proveniente de un cercano guitarrista anónimo, una experiencia mágica.

jueves, 3 de julio de 2014

1789.96 Km

Hace dos días que llegué por fin a Madrid, con 3 bultos de equipaje (y otro más en camino) y 35 Kg de peso a mis espaldas. 

Si me preguntas si creo que ha valido la pena te diré que absolutamente. Tener en mis manos las llaves de un piso casi mío es algo único y genial. Ya sé que me dirás que es de alquiler, que no es mi casa y que sólo será temporal. Pero aunque llevo aquí apenas un par de días, puedo asegurar que el piso fue mío y de mi compañera B. desde el momento en que fuimos a comprar nuestro primer juego de sartenes y los cuchillos. Lo de estudiar ya es otra cosa, no lo llevo tan bien. Volver a coger el ritmo (y encima un ritmo tan intenso) después de semanas haciendo el ganso me está costando la vida y milagro. Pero poco a poco, todo empieza a encarrilarse. Después de los dos primeros días locos comprando cacharros de cocina y abasteciendo la nevera empiezan a encauzarse las horas y a organizarse el calendario. 

Ahora a lo que toca, a currar como una campeona...  

martes, 24 de junio de 2014

Al despertar










Por las mañanas se puede ver con más claridad lo que antes no terminabas de entender. Tal vez tú no captes el sentido a estas palabras aunque mires entre líneas. Hoy no hay una historia detrás de mi revelación. Sólo puedo decirte que, hagas lo que hagas, nunca te rindas. Di cada mañana "buenos días" a la vida.



Quedan 7 días para mudarme... 

domingo, 22 de junio de 2014

sábado, 21 de junio de 2014

En la boca de la cueva

Hoy he vivido una aventura.

Vivo en un pueblo de costa. No estoy muy lejos de la ciudad, lo suficiente para que el paisaje pueda mantener sus misterios. Son bloques de casas y casonas que dan al mar. Las vistas son espectaculares todo el año. El sonido del mar entra con la brisa por las ventanas de las casas. Las que están más cerca de la orilla deben guardarse del salitre y la fuerza de las olas. El agua es un elemento poderoso. El progreso ha marcado su presencia en el pueblo. Hay edificaciones hasta donde alcanza el terreno, allá donde el barranco pone sus límites. No hay secretos en un pueblo como el mío. Los vecinos de por aquí son metropolitas disfrazados de turistas perdidos que, con los años, pasan por gentes de costa con sus barcos y sus baños en la playa. Vinieron huyendo de los ruidos de la ciudad. Entre ellos, mis padres. Muchas veces les protesté vivir tan lejos de la civilización pero con el tiempo les habría de dar la razón por el acierto de su elección. Pocos sitios me gustan tanto para vivir como éste. 

Es curioso ver cómo, aunque parezca que los edificios y el gentío, con sus coches y voceríos, han conquistado este territorio, aún hay cabida junto al mar para la propia gente del mar. Más allá de los límites del pueblo, hay quienes llevan otro ritmo de vida. Dejando a un lado las edificaciones modernas y lujosas, encontramos pequeñas aglomeraciones de casitas. Son cuartitos de pescadores, para algunos, casas. Esos pequeños grupos de casitas blancas, en el mismo borde del mar son meros elementos del paisaje costero y a la vez, la esencia del mismo. Nunca me he preguntado qué clase de vida llevan las personas que viven allí. Tampoco me he atrevido a aventurarme por sus callejuelas improvisadas. Hasta hoy. 



Me dio por bajar hasta la playa y caminar hasta salir del terreno transitable. Bajé por un acceso de tierra hasta uno de los pueblitos de los que te hablo. Aún no ha entrado el verano, así que estaba totalmente vacío. Era un auténtico pueblo fantasma. Sólo oía el romper de las olas en la costa bajo mi pequeño camino sin baranda. Con cuidado llegué hasta el mismo nivel del mar. Vi varios accesos con escaleras hasta el agua y numerosos huecos en las rocas donde el agua formaba una piscina natural. De nuevo, nadie. Detrás de mí, las casitas se elevaban uno o dos pisos de alto. Estaban muy juntas, como si alguien las empujara desde los lados y éstas se agolparan desesperadas por asomarse al mar. Las ventanas y puertas estaban mayormente cerradas. Se adivinaba el sonido de una radio lejana, seguramente proveniente de alguna casa habitada. Una pareja de gatos se acurrucaba en una butaca, a la sombra. Vi sillas y mesas desprovistas de ocupantes, por el momento, preparadas para ser utilizadas. Bien les toca esperar, aún no es época de faena en este pueblo. 

Seguí lo que parecía un sendero improvisado entre las casitas. Las escaleras me hacían subir un trecho para volver a bajar a una nueva cala. Más botes, muros adornados con conchas, aletas, herramientas. Ahora sí, al levantar la vista, me encontré con una ermita de la Virgen del Carmen, la de los marineros. Pero no me apetecía todavía subir esa distancia así que me paré en la playa de cayados a recoger conchas. Entonces me di cuenta de que en la pared había un hueco, la entrada a una cueva. 

Parecía no tener mucha profundidad. Las telarañas me decían que hacía tiempo que nadie la pisaba. Parecía sacado de una novela. Y justo pensando en esto apareció en detrás de mí un hombre mayor, marinero. Sus tatuajes le delataban. Me sorprendió; él se sorprendió también. Pero todo susto era infundado. Enseguida se aproximó y me preguntó si me había perdido. Le dije que no, que vivía cerca y que estaba explorando. Él se presentó y a falta de una tarea mejor, se acercó a conocerme y a contarme acerca de ese pequeño y misterioso pueblo de la costa. Me acompañó en mi recorrido. 

Me explicó cómo se había originado, él mismo había ayudado a levantar más de una casa. Como me temía, muy pocas estaban en estos momentos habitadas. Las cuevas como la que había visto antes eran los cimientos del pueblo. Muchos tenían acceso desde el interior de sus casas a ellas. En ese momento me pareció una buena idea vivir ahí. El verano trae una nueva vida al pueblo cada año. Me dijo que no faltaba mucho, que en breve comenzarían a llegar los primeros inquilinos, las calles se llenarían de voces, música y banderitas para las fiestas de la Virgen del Carmen. Aquellas sillas se ocuparían al fin, pensé. Cruzamos por delante de la ermita mientras hablábamos de todo esto. Me dijo que él era muy feliz allí. Él con sus años, sus tatuajes y sus arrugas de sal del mar estaba allí compartiendo conmigo historias y secretos de viejos. Me animó a que tratara de sonreír siempre y ser feliz, porque la vida son los momentos, me dijo. 

Nos despedimos cuando regresamos al mundo real y avistamos la carretera. Desde allí podía verse la totalidad del pueblo. Bueno, desde lo alto sólo sus terrazas. Me fijé en una de ellas particularmente. Había dos hombres sentados en unas hamacas bebiendo algo y hablando tranquilamente. Sí, definitivamente allí la gente vivía de otra manera. Le di las gracias a mi nuevo amigo; me dijo que regresara a visitar el sitio cuando quisiera. Al avanzar unos pasos me volví atrás, él me saludaba con la mano. 

En el camino hacia la carretera vi a mi lado un árbol del que colgaba un letrero en el que ponía el nombre del pueblo, también algunas conchas. Justo bajo su sombra, un grupo de sillas vacías en torno a una mesa esperaban apaciblemente por sus ocupantes. Tendrían que sacudirse las hojas secas que les habían caído. Por algún motivo me dieron ganas de sentarme allí. ¿Por esconderme del mundo en un rincón maravilloso donde nadie ni nada pudiera alcanzarme? Puede ser. 

Me hubiese gustado que estuvieras allí conmigo. 

jueves, 19 de junio de 2014

¿Qué estabas haciendo tú cuando el Rey abdicó?

El lunes 2 de Junio de 2014 el Rey de España, Juan Carlos I abdicó. 

La primera noticia apareció en las redes sociales a media mañana. Mi amiga de promoción B.V. preguntaba quién nos firmaría entonces, los títulos de medicina. Empecé a ver "a por la tercera" y mi primer pensamiento fue que la Eurocopa no podía ser. Es curioso observar qué momentos más insólitos terminan por formar parte de la Historia, ¿no te parece? Si no hubiese sido por este anuncio, ese lunes habría pasado para mí como uno más del montón de días en los que no haces nada productivo. Ahora será de esos momentos guardados con marcapáginas. ¿Qué estaba haciendo yo? Pues sinceramente nada. 

Después de desayunar saqué todos los manuales Amir de la caja, conté los que no había subrayado y los volví a meter en la caja, en distinto orden. Está bien que cojan un poco de aire. Luego me enchufé el último capítulo de Juego de Tronos. Al terminar y abrir las redes sociales para spoilear algún avance del mismo fue cuando me enteré de la noticia. A las 12 del mediodía exactamente el Rey dirigía su discurso. Corto y directo. Muy bien escrito (por quien fuera). También estuve en casa para verlo en directo. 

Hoy se corona al nuevo Rey. Por eso he recordado aquel día y aquel montón de nada que estaba haciendo cuando en otra parte del país, el Rey hacía su movimiento más histórico. Ey, ¿qué estabas haciendo tú, algo más interesante?